sábado, 1 de octubre de 2011

Satanás pinchó en hueso


Se representa estos días en Madrid Las cinco advertencias de Satanás, una de las comedias menos vistas de Jardiel, y de las menos humorísticas.


Vaya por delante que cualquier puesta en escena de Jardiel es digna de aplaudir, y más tratándose de una obra que no se representaba en Madrid hace más de seis décadas. Vaya por delante así mismo que quien escribe estas líneas, jardielista hasta la médula y al que se le cae literalmente la baba ante cualquier novedad relacionada con el genial humorista, no goza precisamente de una salud de hierro, y que asistí al espectáculo con una cierta preocupación ante la posibilidad de que mis esfínteres no aguantasen las dos horas que dura la representación. Vaya por delante que Las cinco advertencias de Satanás me ha parecido siempre, a pesar de sus indudables méritos artísticos y de ser una de las obras más bellas escritas por Jardiel, la comedia que peor ha resistido el paso del tiempo.

Pero hechas estas “advertencias”, he de reconocer que la reposición que estos días puede verse en el teatro Marquina no me enganchó en absoluto. Que los actores eran más bien mediocres, ya lo sabía con sólo echar una mirada al programa de mano. Pero en cambio, confiaba por completo en el trabajo de Mara Recatero y la supervisión de Pérez Puig, dos veteranos y excelentes directores escénicos, expertos en Jardiel, que han recibido todos los reconocimientos y premios habidos y por haber.
Los decorados, la escenografía en general me gustó; no voy a entrar en si era mejorable o no. Y no es este desde luego un detalle menor, pues es un factor que suele darle vistosidad a la representación. En cambio, el programa de mano me pareció lamentable (véase imagen superior), soso e indigno de la categoría de Jardiel. ¿Es que no hay ilustradores o diseñadores gráficos en España capaces de ofrecer un cartel medianamente artístico? En fin, no creo que sea por falta de medios; más bien parece que hubieran querido salir del paso de cualquier manera.

Ya he adelantado que los actores no me gustaron; ni los protagonistas ni los secundarios, a excepción quizá de Nicolás Romero (Isaac). Desde luego, Andoni Ferreño ya ha demostrado sobradamente sus carencias, y Pep Munné, sin estar mal de todo, se quedó corto a la hora de representar un papel, el de Félix, que es de alguna manera un reflejo del propio Jardiel. Y respecto a la actriz que encarnaba a Coral, creo que le faltan aún bastantes kilómetros para dar la talla que el personaje merecía. No hay que olvidar que es probablemente el de Coral el papel femenino más trabajado y delicado de todos cuantos escribió su autor, y esta chica dista mucho, a mi juicio, de ser la inocente y angelical criatura que retrató Jardiel.

En fin, ya digo que tal vez fue un estado de ánimo, o las propias características de la comedia, con un acto segundo demoledor y muy dada al lucimiento personal de los actores principales, pero necesitada en su conjunto de algo de naftalina; lo cierto es que salí del teatro con un regusto agridulce, con un sí pero no, con la sensación de que todo se podía haber hecho mejor.
En cualquier caso, hay que reiterar el agradecimiento a directores, empresarios y escenógrafos por haber rescatado del olvido esta singular comedia de Jardiel. Y, a pesar de todo, ningún jardielista debe perdérsela. Hasta dentro de otros 60 años puede que no haya otra oportunidad de verla.

© Juan Ballester

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