jueves, 14 de julio de 2011

Las 7 vidas del gato a escena


Recientemente he asistido a la representación de Las siete vidas del gato, una de las comedias menos conocidas de Jardiel, aunque no por ello menos interesante que sus obras más divulgadas. De hecho, desde la época de su estreno, en 1943, apenas si ha sido repuesta por compañías profesionales, si exceptuamos la versión para televisión que se emitió en 1967, para el programa Estudio 1 (con Fernando Delgado y Mª Luisa Merlo), y la posterior adaptación cinematográfica realizada por Pedro Lazaga en 1970 (esta vez con Juanjo Menéndez y Esperanza Roy, entre otros).
Siempre es de agradecer la apuesta por llevar a escena alguna de las obras más olvidadas de Jardiel, máxime teniendo en cuenta la extraordinaria calidad del texto que nos ocupa y la inagotable comicidad que se desprende de cada una de sus escenas.
Esta vez se ha optado, con buen criterio a mi juicio, de prescindir de los cuatro prólogos con que se inicia la comedia, toda vez que no aportan demasiado en el contexto general de la comedia y en cambio alargarían demasiado una obra que ya de por sí dura dos horas, intermedio incluido.
Lo que más me ha llamado la atención, por lo que tiene de novedoso o transgresor respecto del texto original, es la conversión del personaje de Sócrates en un personaje femenino (Hypatia). Quizá con ello se pierda algo de comicidad, pues tratándose de un trapero filósofo, probablemente el personaje encaje mejor en la idiosincrasia masculina, aunque he de decir que la actriz encargada de tan delicado papel (Helena Dueñas) cubrió el expediente muy dignamente. Igualmente magnífico estuvo el actor encargado del papel de Ladislao (Zorión Eguileor), el cual, a pesar de tratarse de un humilde portero de finca urbana, es el verdadero motor de la obra, como suele ser habitual tratándose de Jardiel. Mucho más discretos me parecieron los actores Ana Ruiz, Juan José Arjona y Jorge Lucas -los personajes nobles-, y estupendas finalmente las dos actrices cómicas encargadas de dar vida a las dos tías del protagonista (Luz Nicolás y Raquel Ramos). Si la primera rebosa simpatía y ese punto de sana locura que caracteriza a Flérida, no desmerece la segunda dentro de la seriedad propia de Dominica. Además, ellas dos doblan papel, al tener que encargarse también de los personajes de Patricia y Luz María, respectivamente.
La escenografía me pareció original, sin escatimar medios técnicos, y la acústica y el resto de los detalles de la puesta en escena me parecieron excelentes.
En definitiva, un espectáculo altamente recomendable para los todos los amantes del buen teatro y en especial para los que quieran descubrir una de las comedias 'olvidadas' de Jardiel.

Sólo hay que lamentar el elevado precio de las entradas y de las posteriores consumiciones, algo que en estos tiempos de crisis representa un castigo excesivo para el bolsillo del espectador medio. Esperemos que los responsables del local recapaciten en lo sucesivo, apostando por una política de precios populares o aplicando descuentos con mayor generosidad.

© Juan Ballester

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