Tampoco acompañó el éxito la presentación en el teatro de la Zarzuela de la obra de Enrique Jardiel Poncela Agua, aceite y gasolina. Este autor, que tiene un público que le es adicto en absoluto, tiene también otro que le es hostil y que aprovecha todas las coyunturas para demostrárselo, como lo hizo durante el curso del estreno de esta comedia que, aun constituyendo una equivocación por sus escasas condiciones de teatralidad, contiene apreciables muestras del estilo personal y del ingenio peculiar de Jardiel Poncela. En Agua, aceite y gasolina no se alcanza la difícil ponderación, el feliz enlace, rico en matices y claroscuros, de las modalidades poéticas o sentimentales y las humorísticas, que ha conseguido el autor en otras de sus producciones; y, por otra parte, la acción es escasa, abundando en cambio, con exceso de aspecto narrativo, lo cual redunda en perjuicio de las cualidades escénicas de la comedia. Menudearon las protestas -no siempre oportunas- durante el curso de la representación, contrarrestadas por los aplausos del resto del público.
(Antonio J. Mezieres, en Enciclopedia Espasa - Suplemento 1945-1948 - Teatro)
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