domingo, 6 de diciembre de 2009

Carlo Monte en Montecarlo - Datos técnicos

Opereta con más cantables que cantantes, en dos actos, divididos en 14 cuadros, en prosa, con música de Jacinto Guerrero.


Nº de personajes: 54 (19 femeninos + 35 masculinos), además de un sinfín de figurantes (gendarmes, soldados, jugadores, transeúntes, criados y botones).
En la versión primitiva eran 55.
[Valentina, Enriqueta, Ana Ferrar, la novia, Telefonistas, una joven, Señoritas, una chica, Inglesa, Bo¬tones, una jugadora, Anciana, // Carlo Monte, El presidente Flérido Laval, Loubet, Intendente, Sargento, un jugador, Dupont, Portero, el novio, Delorme, Repartidor, Speaker, un suicida, Mozo, Radiotelegrafista, un caballero, Derblay, Viejo, un hombre, Inspectores, Delage, Anciano, Dupuy, Gendarmes, Croupieres, un individuo, Inglés, Dormez., etc.]

Escenario: Acto 1º, cabina de radiotelegrafía de un buque, central telefónica, trozo de un estudio de radio, garita de gendarmería en un puesto fronterizo de Francia, y cabinas de teléfonos; luego, trozo de carretera en el límite fonterizo con Francia; y por fin salón en el casino de Montecarlo. Acto 2º, jardines del casino de Montecarlo; luego, despacho del palacio gubernamental del Principado; más tarde, jardines del casino; después, alcoba en casa de Madame Ferrar; más tarde, terraza del café de París, en la explanada del casino; luego, rincón de Berlioz, en los jardines de Montecarlo; de nuevo alcoba en casa de madame Ferrar; y por fin, plazoleta en los jardines de Montecarlo.
Época: Actual.
Secuencia temporal: C1 y C2, no consta. C3, doce del mediodía. C4, no consta. C5, doce de la noche. C6, cinco y pico de la madrugada del mismo día. C7, cinco y pico de la madrugada. C8, dos horas después, ya de día. C9, hacia las nueve de la mañana. C10, a continuación del an¬terior. C11, no consta. C12, de noche. C13, no consta. C14, las doce de esa misma noche.

Sinopsis: Una historia de amor entre una provinciana y un vividor, con el telón de fondo del Casino de Montecarlo.
Argumento: Carlo Monte, célebre vividor, se dirige hacia Montecarlo, dispuesto a saltar la banca del Casino. Los intentos de las autoridades por interceptarlo fracasan. Allí encuentra a una provinciana que se enamora de él y que es usada como cebo para alejarlo de allí. Tras una serie de peripecias, la pareja se marcha a Avignon, donde se supone que se casarán.

Desarrollo de las escenas:
[Acto 1]
C1: Se comenta que Carlo Monte va a llegar a Montecarlo, dispuesto a jugar. Nadie se lo quiere perder. C2: Letreros que dan noticia de la llegada de Carlo y la reacción en el Casino de Montecarlo. C3: Las autoridades dan orden de detener a Carlo en cuanto aparezca, mientras la gente espera tranquilamente en la terraza de un café. Llega Valentina en un automóvil viejo, y habla con un turista acerca de Carlo, en quien ella lleva pensando semanas enteras. Un tiroteo precede a la entrada del un vehículo en el que al parecer viaja Carlo, tipo bajito y calvo, que es detenido. Todos se marchan, algo decepcionados, excepto Valentina y el turista. Éste se quita el disfraz y resulta ser el propio Carlo Monte, joven y atractivo. Le explica que el detenido es un simple criado suyo, y salen juntos para Montecarlo. C4: Ambos camino de Montecarlo, en coche. C5: Animación en el Casino, donde mucha gente juega y casi todos pierden. Un tipo desea suicidarse y le facilitan los medios. Unos novios pierden hasta lo puesto. Aparece Valentina, embelesada con ese ambiente. Se rumorea que Carlo ya está en el Casino, ganando. Enriqueta, la mujer del Presidente ya lo ha visto y se ha enamoriscado de él. Entra Carlo a la sala, seguido de una nube de curiosos y empleados. Valentina se entristece al ver que antepone el juego a los sentimientos. Carlo sale del brazo con Enriqueta.
[Acto 2]
C6: Llegada de Carlo y Enriqueta a los jardines del Palacio de Gobierno, tras haber desbancado el Casino. Después, Valentina, y por fin el Presidente, Secretario, etc., todos ellos hechos polvo. El Presidente convoca reunión urgente del Consejo. C7: Los Consejeros van llegando, algunos en pijama. Se expone la situación de crisis, dado que el Casino es la principal fuente de ingresos del Principado. Buscan solución al problema. Un Consejero dormido, accidentalmente da con la clave, que no es otra que conseguir que Carlo se marche, seducido por Valentina. Llaman a la joven y le ofrecen dinero y toda clase de lujos a cambio de ese servicio. C8: El Secretario da instrucciones y dinero a unas jóvenes para que compren a Valentina vestidos, joyas, pieles, perfumes, etc. C9: Valentina dialoga con su anfitriona mientras van llegando los paquetes encargados. C10: Valentina luce su nueva imagen, mientras el Secretario se ha ido enamorando de ella. C11: Llega Valentina con el Secretario a la terraza de un café, en el que toman el fresco los novios, así como un par de viejos, pero nadie hace gasto, por lo que el camarero se desespera. Aparece Carlo con Enriqueta, amartelados. Valentina trata de llamar su atención. Carlo desdeña a Enriqueta, que, celosa, descubre toda la trama urdida para que Carlo abandone el principado. Valentina se marcha avergonzada. Carlo rechaza definitivamente a Enriqueta y promete vengarse. Carlo, triste, firma sin mirar un papel que le traen, que resulta ser una declaración de suicidio. Le conminan a marcharse o de lo contrario le darán muerte. Él se resiste a irse sin Valentina. C12: Valentina está desolada mientras se llevan todos los trajes, joyas, etc. que le dieron. Llega Carlo a buscarla; ella se resiste, creyendo que es otro juego, y le reprocha su actitud cobarde. Él decide quedarse, aunque le maten, y ella sale tras él. C13: Letrero anunciando la inauguración de la temporada de verano en el club. C14: Animación en los jardines. El Secretario hace el discurso inaugural. Se anuncia a Carlo Monte entre el estupor general. Entra después Valentina y hay reconciliación. Carlo empieza a perder mucho dinero y se marcha a Avignon a casarse con Valentina. El Secretario y Enriqueta lloran, mientras el resto de asistentes los aclaman.

Comentario: Tras la aparente frivolidad del tema -no hay que olvidar que la opereta se estrenó apenas terminada la Guerra Civil-, Jardiel hace un retrato bastante fiel del mundillo de los casinos, mostrándonos no sólo el lujo y el boato, sino también una serie de dramas cotidianos (la ludopatía, el suicidio, la infidelidad conyugal, la usura), así como la grandeza y miseria del dinero, que por un lado confiere poder y éxito en las relaciones sociales, actuando como elemento capaz de solucionar todos los problemas, y por otro pone al descubierto muchas veces la miseria y la falta de escrúpulos de quien sólo busca acapararlo ('los millonarios lo son porque en la vida le han dado a nadie un céntimo'). También se burla de los sibaritas y de los nuevos ricos, cuando el camarero trae a Valentina, que ha pedido que le sirvan 'lo más caro que haya', un aperitivo que resulta no ser de su agrado, teniendo que reconocer que prefiere tomarse cualquier sopa antes que aquello. Igualmente pone de manifiesto los peligros del juego, que hace pasar en un instante de la gloria a la ruina absoluta, siendo además un factor desestabilizador del trabajo, la familia, etc. Como vemos, hay mucho de parodia, de sátira en esta pieza.
En general, los caracteres no están demasiado conseguidos, aunque no faltan los personajes secundarios llenos de gracia: seguramente el más logrado sea Dupont, el camarero, que se muestra ceremonioso y olvidadizo en el primer acto y un tanto bisoño y con mala suerte al final; sin olvidar a los recién casados, que pierden hasta lo que no tienen en su afán de seguir jugando; o al ministro dormilón que asiente a todo lo que se propone, sin importarle si es para una aprobar una reforma o para que les ahorquen; o el propio Presidente Laval, que cada vez que se enoja hace que su secretario dé gritos para no tener que levantar él mismo la voz.
En cuanto a las partes cantables, hay versos de diferentes medidas, desde alejandrinos a hexasílabos, pasando por octosílabos, decasílabos y hasta eneasílabos esdrújulos, si bien los de más calidad se hallan en el cuadro 3º.
Vemos expresiones propias del argot de los casinos, tales como 'hacer la postura', 'levantar un muerto', 'cuarenta sábanas', ganar 'a los puntos', etc., prueba de que Jardiel conocía bien todo ese ambiente, como gran aficionado al juego que era.
Encontramos ciertas pinceladas misóginas -actitud ésta que ciertos sectores de opinión le han achacado a menudo-, que se manifiestan no sólo en algunos chistes, sino incluso en las situaciones: así, vemos cómo la riqueza y el lujo pueden cambiar no sólo el aspecto de una mujer, sino también su mentalidad ante la vida, o -en una escena finalmente suprimida- cómo un enjambre de muchachas revolotea alrededor de Carlo cuando éste va repartiendo las ganancias que obtiene jugando en el Casino. Igualmente sería calificado de rasgo machista la relación que Carlo establece entre un automóvil y una mujer, aunque en este caso obtiene inmediata réplica por parte de Valentina, al hacer ésta la comparación entre un hombre y un camión.
En definitiva, obra llena de detalles jugosos y con más aciertos que fallos, aunque tal vez con un exceso de personajes secundarios y figurantes, que dificulta en ocasiones su visión de conjunto.

Génesis y avatares de la obra: Escrita en 1938, en los siguientes lugares: Café Salduba de Zaragoza, Café Iribas y Café de la Marina de San Sebastián.
Las repetidas estancias de Jardiel en Monte Carlo y la sugerencia de algunas personas para que escribiera algo acerca de aquel ambiente, fueron haciendo que se plantease en serio el dar a luz una opereta, aunque ello le supusiera tener que repartir beneficios con un músico. En 1937 conoce en Buenos Aires al barítono Sagi Vela, quien le anima a llevar adelante el proyecto, poniéndole en contacto con dos compositores. Pero Jardiel regresa a España y el tema llega a oídos de Jacinto Guerrero, que se muestra muy ilusionado en colaborar. Jardiel se puso a escribir y en un par de semanas terminó en acto 1º, y poco tiempo después el 2º, para ser estrenado en un teatro de dudosa reputación en Barcelona. Jardiel convence a Guerrero de que se necesitan para la representación actores que sepan cantar, en lugar de cantantes que sepan actuar. Jardiel consigue que no se estrene allí y prueba a colocar la opereta en Madrid, decantándose por el Infanta Isabel. El elenco de actores pareció entusiasmado y comenzaron los ensayos, haciendo aún algun recorte en el texto.

Otros datos:
Tiene 11 números musicales, en verso.
El ejemplar manuscrito con la versión primitiva de la obra (a la que llamaremos “A”) presenta algunas diferencias respecto de la versión 'oficial' autorizada por el propio Jardiel en sus volúmenes de teatro (a la que denominaremos “B”).

Diferencias entre la versión manuscrita (A) y la versión definitiva (B): Aparte de ligeras variantes en bastantes pasajes del texto, podemos considerar como más significativas, las siguientes:
Los 15 cuadros en que se divide la opereta en “A”, son 14 en “B”, y los 14 números musicales de “A”, quedan reducidos a 11 en “B”.
En “B” incorpora la figura del Apuntador, que actúa a modo de narrador o comentarista al principio y/o final de algunos cuadros, así como en un breve prólogo, lo que no existe en “A”.
El personaje identificado en “A” como Una señora, en “B” pasa a denominarse Ana Ferrar.
El personaje identificado en “A” como Un camarero, en “B” pasa a denominarse Dupont.
En “A” los Turistas ingleses son seis (3 hombres y 3 mujeres), y en “B” quedan reducidos a un hombre y una mujer.
Los once gendarmes de “A” se reducen a cuatro en “B”.
En el 2º número musical, en “B” se añaden dos estrofas 'para la repetición', que no existen en “A”.
En “B” se suprime un fragmento en el que el Secretario da una bofetada al Turista.
En “A” a Un caballero se le denomina Resnier, mientras que en “B” lo llaman Bergerac; por el contrario, el que en “A” se llama Bergerac, en “B” se denomina Rambouillet.
En “A” se habla genéricamente de los juegos de cartas, mientras que en “B” la alusión se refiere únicamente al póker, y se suprime la frase: 'Tiene uno que hablar con gente indeseable'.
En “B” desaparecen unos párrafos en los que Valentina saca el dinero de la liga, dando lugar a comentarios de lo más variado referidos a las costumbres de las provincianas, por parte de la concurrencia.
En “B” se añaden unos diálogos en donde Valentina se queja de que no le gusta el aperitivo que le ha puesto el camarero, y en cambio se suprime una referencia a títulos de obras y personajes de Shakespeare.
En “B” se suprime un cuadro musical en el que Carlo reparte sus ganancias entre varias muchachas, así como otro número musical en el que Valentina ha de devolver todos los vestidos y complementos que le habían dado para seducir a Carlo.
Las intervenciones de los novios en los últimos cuadros de “B” no existen en “A”.
En el último cuadro, desaparecen en “B” una serie de referencias a la fiesta de las Rosas, así como se suprimen los miembros de un Jurado y Seis modelos que aparecen vestidas con diferentes adornos florales.
El último número musical es diferente en “A” y “B”, al menos en lo que se refiere a la letra.

Estreno: Por la compañía titular en el teatro Infanta Isabel de Madrid el 16 de junio de 1939.
Alcanzó más de cien representaciones seguidas, hasta el 30 de agosto de 1939.
En Barcelona, el estreno tuvo lugar en el teatro Poliorama el 22 de septiembre de ese mismo año.

Reparto: Isabel Garcés (Valentina), Joaquina Almarche (Enriqueta), Julia Lajos (Ana Ferrar), Mercedes M. Sampedro (La novia, Telefonista 1º), Concha Sánchez (Una joven, Señorita 1ª), Miqueli Pinaqui (Telefonista 2ª, Señorita 4ª, Una chica, Una señorita), Uti Villafañe (Inglesa, Señorita 2ª), Tina Jiménez (Botones 1º), Luisa Landete (Señorita 3ª), Concha Fernández (Señorita 5ª, Una jugadora), Luisa Torres (Botones 2º, Anciana), Rafael Rivelles (Carlo Monte), Rafael Bardem (El presidente Flérido Laval), José Orjas (Loubet), José García (Intendente, Sargento), José Mª del Val (Un jugador, Dupont, Portero), Armando Calvo (El novio, Delorme, Repartidor), Luis Rodrigo (Speaker, Un suicida, Gendarme 2º, Mozo), Adriano Domínguez (Gendarme 1º, Croupier 3º, Radiotelegrafista), L. Torres Esquer (Un caballero, Derblay, Viejo), José Castillo (Un hombre, Inspector 1º, Delage), Antonio Ayora (Anciano, Inspector 2º, Dupuy, Gendarme 3º), Antonio Baca (Croupier 1º, Gendarme 5º), Eugenio Box (Croupier 2º, Gendarme 4º), Gabriel Salas (Un individuo, Inglés, Dormez).
Decorados: Francisco López Rubio.

Crítica del estreno: Se coincidió en resaltar los aspectos negativos de la pieza, sin comprender una serie de aspectos positivos. Sin embargo, el público acogió con entusiasmo el primer cuadro y en general todo el primer acto, bisándose varios números, y hubo síntomas de cansancio durante el segundo debido a la falta de ensayo de los tramoyistas y las consiguientes pausas.

Otros montajes posteriores:
- 9 may 1996: Teatro Español. Dirección: Mara Recatero. Escenografía: Alfonso Barajas. Dirección musical: Benito Laurent. Intérpretes: Juan Carlos Naya (Carlo Monte), Lola Baldrich (Valentina), Raúl Sender (Secretario), Eva Sancho, Julia Trujillo (Ana Ferrar), Raquel Esteve, Roxana Esteve, Flavia Zarzo (Enriqueta), Pilar del Río, Félix Navarro, Miguel de Grandy (Presidente), etc.

Adaptaciones TV:
Programa: Sábado 64. Fecha de emisión: 1965. Intérpretes: Manolo Gómez Bur, etc.
Programa: Estudio 1. Fecha de emisión: 4 ene 1974. Intérpretes: Pedro Osinaga, Manuel Codeso, Lilí Murati, Valeriano Andrés, Maite Blasco, etc.

Publicaciones:
- Dos farsas y una opereta, Biblioteca Nueva, 1940, 1943, 1999, 2004.
- Idem, Juventud, 1946.
- Carlo Monte en Montecarlo / Cuatro corazones con freno y marcha atrás / Las cinco advertencias de Satanás, Cisne, 1940.
- Obras completas, AHR, 1958, 1960, 1963, 1965, 1967, 1969, 1970, 1971, 1973.
- Carlo Monte en Montecarlo, Teatro Español, (ed. facsímil del manuscrito original), 1996.

LA CRÍTICA HA DICHO:
Carlo Monte en Monte Carlo no es el mejor Jardiel posible, pero puede que sea uno de los más banales. Y ¡cuidado que hay insustancialidad en Jardiel Poncela...! En la comparación con otros títulos del controvertido autor, hay muchos junto a los cuales éste desmerece notoriamente; tanto para los acérrimos defensores como para los contumaces detractores. De entrada, el propio título de esta opereta, Carlo Monte en Monte Carlo, no parece un prodigio de inteligencia y finura. La música de Jacinto Guerrero, popular, pegadiza y ligera, hace llevadera la historieta jardielesca. El triunfo del amor sobre la ambición y el mundanismo es, con todo, una feliz circunstancia que hace las delicias de contentadizos y optimistas.
(Javier Villán)

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[...] La crítica, señores, puso Carlo Monte en Montecarlo por los suelos.
Si juzgar es decir la verdad, no hubo un solo crítico que la juzgase.
Amiel, aquel pobre artista, tan profundo en sus análisis, ha dejado dicho: “Ningún crítico tiene derecho a juzgar lo que no comprende”.
¡Ay, Amiel! ¡Ay, Enrique Federiquillo Amiel! Eso dejaste tú dicho respecto a los críticos, en el Diario que consumió todas tus sustancias de tu vida ginebrina y melancólica. Pero ¿qué hubieras dejado dicho acerca del tema si hubieras vivido en el ambiente teatral de España, entre nuestros llamados críticos, y les hubieras visto actuar, y hubieras leído sus reseñas?
En aquella ocasión ningún crítico comprendió que “Carlo Monte en Montecarlo” no tenía absolutamente nada que comprender.
Y ninguno tampoco escribió lo que podía haber escrito con arreglo a la verdad y a la justicia. Por ejemplo:
NEGATIVAMENTE:
Que el ambiente de Monte Carlo estaba falseado.
Que en el Principado no hay Ministros ni Consejeros.
Que el uniforme de los gendarmes era una pura fantasía.
Que no existe frontera que separe Francia de Mónaco.
Que no hay allí tal Presidente del Casino. Ni tal Intendente. Ni tal Secretario.
Que, puesto a hacer una opereta burlesca, yo había desaprovechado el tema: pues la organización social y estatal de Mónaco, sus costumbres y sus especiales leyes se prestan singularmente a realizar una obra de humor muy superior a aquella.
Que se resentía de falta de ensayos.
Que no dejaba de resultar fácil el procedimiento de escribir una opereta basándose en los tópicos de las operetas al uso.
Que los decorados del penúltimo y del último cuadro eran unas birrias.
Que el título era un retruécano. Etc, etc.
POSITIVAMENTE, O SEA ELOGIANDO:
Que es una opereta original, esto es: no robada del francés o del húngaro o del alemán, como el resto de las operetas estrenadas en España.
Que por primera vez se oían cantables ingeniosos y rimados decentemente.
Que la música, graciosa, elegante e inspirada, era de lo mejor de Guerrero.
Que el libro era un juego, un escorzo, una boutade, una nota ligera y sin trascendencia: el capricho de un escritor.
Que la interpretación resultaba infinitamente superior a la que hubiera dado una com¬pañía lírica corriente.
Que el título era un acierto de lo poco que se ve. Etcétera, etc.
Y lo que escribieron los dos críticos fue:
UNO = Que la obra tenía antecedentes en el “Tenorio musical” (que es una parodia sin ninguna concomitancia con “Carlo Monte”); que el diálogo era de comedia (por lo visto, las operetas hay que dialogarlas de un modo, y las comedias, de otro); que no había un solo momento de emoción musical ni literaria (este crítico sin duda estaba habituado a encontrar emoción en las operetas).
OTRO = Que, después de “Los extremeños se tocan”, no se podía ya abordar el tema (este otro confundía tema con género; y además la obra aludida no tiene música ni nada que ver con “Carlo Monte”); que había falta de ambiente operetesco (¿qué estimaría por “ambiente operetesco”?); que la interpretación dejaba un sedimento de pena (la interpretación era un puro regocijo); que el público no había abandonado el teatro antes del fin por oír el Himno Nacional (como si un público harto de un espectáculo no tuviera en su mano la protesta y el “pateo” en cualquier momento anterior al telón final).
OTRO = Que era una obra frustrada (como se demostró luego a lo largo de 100 representaciones); que yo no era más que un gracioso de tertulia (toda mi obra literaria, para este triste memo sólo era gracia de tertulia); que la música de Guerrero era excesivamente suya (una censura que resultaba un elogio, porque ser personal siempre ha constituido un mérito en arte); que lo único bueno de la obra era el primer cuadro (es decir, un cuadro de luces, absolutamente elemental); que los cantables eran elementales (aquí ya lo elemental era para él cosa desdeñable).
OTRO = Que la música era pizpireta (¡!) y que se mantenía toda la obra en carácter de “jazz” (éste confundía la orquestina de jazz con el jazz como carácter musical); que el diálogo era laberíntico (ahora ya sabemos que el diálogo laberíntico es el que corresponde a las comedias); que era lamentable ver a actores de comedias querer igualar a los de la zarzuela y opereta (lo lamentable, claro, hubiera sido ver lo contrario); que ya eran tres las comedias que yo llevaba estrenadas con poco éxito en dos meses (yo no había estrenado ni una sola comedia desde hacía justamente tres años y tres meses).
En fin: incongruencias, toninadas, estupideces, groserías y mentiras.
(Enrique Jardiel Poncela)

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En el teatro Infanta Isabel se ha estrenado esta noche la opereta del humorista Jardiel Poncela, con música del maestro Guerrero, titulada Carlo Monte en Montecarlo.
Se da el caso curioso de que por primera vez se interpreta una opereta por una compañía de comedia. Sin embargo, los artistas del Infanta Isabel triunfaron plenamente, pues se trata de una obra de fuerte comicidad, magníficamente interpretada y en la que la parte musical se salva en el ambiente de simpatía.
En lugar de orquesta actuó una orquestina de “jazz-band” americano.
En el teatro había un público escogido, escritores y artistas, atraídos por la novedad; el éxito fue completo.
(La Vanguardia, 17 de junio de 1939)

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