martes, 15 de septiembre de 2009

Jardiel en la enciclopedia Espasa

JARDIEL PONCELA (Enrique) Biog. Escritor humorístico español, n. en Madrid el 15 de julio de 1901. Comenzó su vida literaria en el periodismo y en el de­sa­parecido diario madrileño La Correspondencia de España, de cuya confec­ción estuvo encargado en 1922. Por entonces escribió su primera novela, titulada El plano astral, para presentarla en un concurso organizado por el Círculo de Bellas Artes de Madrid y que mereció el honor de ser recomendada por el Jurado. Durante ese mismo año publicó varias novelas cortas de género policiaco y mis­te­rioso. En 1923 dejó el periodismo activo para dedicarse de lleno a la Literatura, en la que cultiva el humorismo. Colabora asiduamente en las principales revistas españolas. También ha derivado su ingenio hacia la escena, en la que ha con­quis­tado muy lisonjeros éxitos, dándose a conocer en el teatro de Lara con su co­me­dia titulada Una noche de primavera sin sueño. Al año siguiente, sin renunciar a las colaboraciones en diarios y revistas de Madrid y provincias, publicó un tomo de trabajos cortos que tituló Pirulís de la Habana, al que siguió algún tiempo des­pués Amor se escribe sin hache. Entre sus obras más leídas figuran: ¡Espé­rame en Siberia, vida mía!, ¿Pero… hubo alguna vez once mil vírgenes?, El prín­cipe Raudhick, Mi prima Dolly, La aventura del Metro, Te ha guiñado un ojo, y La hoguera. La última obra teatral estrenada en la Comedia, de Madrid, con gran éxito (1931) se titula Margarita, Armando y su padre.
[Tomo VI – Apéndice, 1932]

JARDIEL PONCELA (Enrique). Escritor español n. en Madrid el 15 de julio de 1901 y m. en la misma capital el 18 de febrero de 1952. Véase su biografía en el Tomo VI del Apéndice, pág. 522. Después de la guerra de Liberación Jardiel Poncela organizó una compañía teatral con la que marchó a Buenos Aires para dar a conocer en el teatro Cómico de la capital argentina algunas de sus obras. Su estilo no agradó al público porteño y ello redundó en un serio quebranto eco­nó­mico para Jardiel Poncela, quien había comprometido en aquella campaña la mayor parte de sus bienes. Esta crisis señaló el comienzo de la decadencia física y literaria del chispeante escritor, quien a su retorno a España trató en vano de vol­ver a su camino de triunfos, procurando la reposición de sus obras y cola­bo­rando en diversas publicaciones. El público, seducido por nuevas formas de hu­mo­rismo y apartado en gran medida del estilo de la tercera década del siglo, dentro de la cual había brillado Jardiel Poncela, no le miró ya con el favor de an­taño. Reaccionó él contra estos juicios incurriendo en algunas destemplanzas res­pecto de la crítica, que acabaron de situarle al margen de las modas y las sim­pa­tías del momento. El escritor, desengañado momentáneamente de la creación lite­raria, se dio por entero a sus añejos ensueños de realizar un nuevo tipo de es­ce­nario y dedicó las que, en realidad, serían sus últimas energías a maquetas y pro­yectos escenográficos, sacrificando a esta ilusión la posibilidad de vivir con al­gún mayor desahogo. En el año 1949 Jardiel Poncela dio a conocer su última obra teatral, Los tigres escondidos en la alcoba, que no suscitó la expectación de otros de sus títulos, y que fue mirada con severidad, quizá excesiva.
Una cruel enfermedad empezó a minar su salud, y, aliándose con su melancolía y con el afán con que trabajaba en los mencionados proyectos, le apartó de la mar­cha general de la vida literaria española. En este momento crepuscular, el ilustre escritor reafirmó las creencias religiosas que siempre había profesado, a pesar del estilo chancero de algunas de sus producciones. Después de su fallecimiento su personalidad fue objeto del debido homenaje en múltiples comentarios perio­dís­ticos y su memoria ha sido ensalzada con conmemoraciones aniversarias y tes­ti­monios de afecto. Aparte de las obras mencionadas y de las que constan en el lu­gar citado de nuestra ENCICLOPEDIA, merecen recuerdo, entre las suyas, las co­me­dias, aún hoy representadas: Angelina o el honor de un brigadier, Usted tiene ojos de mujer fatal, Eloísa está debajo de un almendro, Los ladrones somos gente honrada, etc.
[Suplemento anual 1949-1952 - Fdo: P.V. (Pedro Boltes Bou, doctor en Filosofía y Letras, Sub­di­rector del Instituto Municipal de Historia de Bar­celona)]

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