miércoles, 26 de agosto de 2009

Los habitantes de la casa deshabitada - Datos técnicos


LOS HABITANTES DE LA CASA DESHABITADA


Drama cómico en un prólogo y dos actos.

Nº de personajes: 15 ( 5 femeninos + 10 masculinos), aparte de algunos figurantes vestidos con trajes de época.
[Sibila, Leonora, Susana, Rodriga, doncella, dama del siglo XVIII, dama del siglo XVII // Raimundo, Gre­gorio, Jacinto, Luciano, Pepe, Melanio, Fiorli, Pascasio, Elías, Aniceto, soldado de los tercios 1º, soldado de los tercios 2º]

Escenario: Prólogo, campo al anochecer. Acto 1º y 2º, salón-vestíbulo en la casa desha­bi­tada en Castillejo del Condestable, de camino entre Salamanca y Madrid.
Época: Actual.
Secuencia temporal:Prólogo, otoño, a las 7,30 de la tarde. Acto 1º, unas horas después, aunque el reloj marca las ocho. Acto 2º, tres horas después, aunque el reloj marca las 12.

Sinopsis: En una casa en medio del campo suceden fenómenos extraños, que acaban siendo actividades clandestinas ilícitas.
Argumento: A raíz de una avería mecánica en su coche, Raimundo y su chófer llegan a una casa en donde tienen lugar una serie de misterios aparentemente inexplicables, en los que hay invo­lucrados una banda de falsificadores y dos hermanas que han sido secuestradas hasta enlo­quecer, una de las cuales precisamente estuvo a punto de casarse con Raimundo dos años antes. Poco a poco la madeja se va desentrañando, aunque la intervención de una muchacha cateta está a punto de dar al traste con la salvación de los protagonistas.
Desarrollo de las escenas:
[Prólogo]
El coche en el que viajan Raimundo y Gregorio se queda tirado en medio de un camino, en pleno campo. Apa­rece Melanio, un guardia rural, y les indica que el pueblo más cercano está a unos 24 kiló­metros. Como no parece tener arreglo, han de pasar la noche en una casa cercana, lugar no muy recomendable por los sucesos sobrenaturales que en ella tienen lugar, aparte de su extraño diseño, obra de algún perturbado o un diablo. Les informa de que en tiempos vivió allí una familia muy rara, estando deshabitada desde hace 15 años, aunque se suelen encender lucer, escucharse sirenas, música de piano, y hay un camión fan­tasma por los alrededores. Y hasta hay gritos de una mujer que pide auxilio. Raimundo decide ir a echar un vistazo con su chófer, mientras el guardia jurado se reúne con Luciano, un personaje que se ha hecho pasar por loco, lamentándose de su mala suerte por no haber podido di­suadirlos, y más aun cuando se enteran de que Raimundo es redactor jefe de un importante periódico.
[Acto 1]
Raimundo y Gregorio se han colado en la casa, en donde pueden asistir a algunos de esos fenómenos inexplicables y empiezan a aparecer criaturas extrañas: un hombre sin cabeza, un esqueleto, un fan­tas­ma con cadenas, etc. También varias mujeres, algunas con aspecto de perturbadas. Gregorio es con­fun­dido con otra persona a la que esperan. Cuando regresa Raimundo de inspeccionar la zona, el chófer le cuenta todo aquello, y él muestra especial interés hacia una de las mujeres, a la que ha creído reconocer por la voz. Aparecen de nuevo Luciano y Melanio, que son en realidad dos periodistas infiltrados -Jacinto y Pepe- que se hacen pasar por dos de los personajes de la casa, y cuentan que ésta se construyó y se empleó en tiempos para falsificar moneda, por parte de una organización al frente de la cual es­taba un húngaro, y que posteriormente al levantar sospechas, abandonaron el lugar. Rai­mundo afirma que la voz que ha reco­nocido es la de una mujer con la que estuvo a punto de casarse dos años antes, y cree que puede estar allí secuestrada. Aparece uno de los malhechores y es inmovilizado y metido en un arcón. También llega Fiorli, tipo mal encarado que es al parecer el jefe de todo aquello, repartiendo instrucciones. Raimundo ve a Susana, la hermana de la mujer secuestrada, y ella le pide que se mar­che. Finalmente aparece Sibila, que ha­bla de unas cartas que ambos habrían estado escri­biéndose du­rante meses, de las que Raimundo no sabe nada. Le pide también que se marche, pues todo ha acabado entre ellos. Surgen fugazmente más per­so­najes con atuendos extraños, que Sibila cree ver pero Leonora, su madre, al parecer no.
[Acto 2]
Gregorio juega a las cartas con una serie de 'monstruos' que aparte de trabajar para Fiorli, se dedican tam­bién a asustar a Sibila. Les hace preguntas, pero los otros no sueltan prenda, y se dirigen cuando llega su hora hacia la habitación de la infeliz muchacha, para tratar de volverla loca. Leonora descubre el cadáver que han metido en el arcón, y respira aliviada. Lo mismo les sucede a Fiorli y Susana. Sibila también descubre que hay un muerto allí, y eso la desani­ma aún más. Aparece Rodriga, hija de Melanio, que con la excusa de llevarle tabaco a su padre, se ha colado en la casa creyendo que lo que allí tiene lugar es una representación teatral, y muerta de risa, se sienta a ver el espectáculo, palmo­teando a cada momento, e in­cluso avisando a cada uno de por dónde han salido los demás. Fiorli la ve y se disgusta de que haya con­seguido entrar. Se va conociendo infor­mación sobre las actividades que se realizan en la casa, pues en el sótano hay lingotes de plata. Los malhechores descubren que Me­lanio, Gregorio, Luciano y Raimundo son espías. Se inician huídas y persecu­ciones, y suenan disparos. Regresa Raimundo con Sibila, a la que con­vence de que hay un complot contra ella para volverla loca, como ya hicieron con su hermana. Se des­cubre que Leonora es hermana de Fiorli y no es madre de las hermanas, y que el padre de éstas, Luciano, es el que estaba encerrado en el arcón, y quería llevárselas de allí, pero ha sido asesinado y sacado en las alforjas del burro. Y que él era al parecer quien escribió las misteriosas cartas en nombre de Raimundo. Poco a poco consiguen inmovilizar a los delincuentes, pero Rodriga decide tomar parte y los libera para que la representación pueda continuar.

Comentario: Pieza que transcurre a ritmo vertiginoso y en donde la sensación de agobio es cons­tante, tanto por las identidades de los personajes, como por los misterios que se desa­rro­llan a lo largo de la obra. Son muchos los elementos de la novela policiaca y de misterio que se in­corporan: detectives disfrazados, puertas ocultas, crímenes pasados y presentes, perso­najes en­mas­­ca­rados, cadáveres, identidades dudosas, etc. Todo ello produce una sensación un tanto caó­tica, sin embargo, y en general hay algo indefinible que le resta brillantez al con­­junto. Quizá el es­pectador se pierde un poco ante tanto misterio y tanto embrollo en la ma­­deja argumental.
No abundan los recursos cómicos, aunque desde luego los hay, y excelentes. En especial el per­so­naje de Rodriga, la cateta, verdaderamente primoroso, que supone una novedad por cuanto tiene de espectador metido dentro del escenario. Y también Gregorio alcanza altas cotas de co­mi­cidad, en especial en el prólogo. Lo mismo cabe decir de los personajes dis­frazados de seres de ultratumba. Del resto de personajes, Fiorli y Leonora desprenden una aureola de crueldad, siendo Susana en cambio la de perfiles más borrosos.
Tal vez en algun momento del primer acto sobran las explicaciones de Gregorio a Raimundo acerca de lo que el público ya ha visto. Tampoco queda demasiado clara la identidad del 'hún­garo' padre de Sibila y Susana, pues parece apuntarse a que se trata de Luciano, aunque ciertos detalles no encajan bien.
Es curioso el doble papel que representan Melanio-Pepe y Luciano-Jacinto, que siendo en rea­li­dad periodistas infiltrados en la banda, caracterizados pues igual que los auténticos mal­he­cho­res, también realizan breves apariciones como miembros de la banda, sin tener en este caso in­ter­vención en los diálogos.
En suma, a pesar del éxito que alcanzó en el momento de su estreno, es una comedia exce­si­va­mente alambicada en la que encontramos bastantes de los defectos que suelen carac­terizar este tipo de piezas jardie­lescas.

Génesis y avatares de la obra: Escrito en 1942, en los siguientes lugares: Café Gato Negro y Café Recoletos de Madrid, y Café Oro del Rhin y Café Cataluña, de Barcelona.
Pertenece al grupo que el propio Jardiel denomina “Comedias sin corazón”.

Estreno: Por la compañía titular en el teatro de la Comedia de Madrid el 29 de septiembre de 1942.
Se dieron cerca de 400 representaciones.
Reparto: María Cuevas (Sibila), Antonia Plana (Leonora), Concha Sánchez (Susana), Milagros Leal (Rodriga), Elvira Soler (dama del siglo XVIII); Aurelia Treviño (dama del siglo XVII), Laura Laserna (doncella), Rafael Navarro (Raimundo), José Orjas (Gregorio), Julio Arroyo (Jacinto y Luciano), Gregorio D. Valero (Pepe y Melanio); Antonio Monsell (Fiorli), Carlos Segura (Pascasio), Manuel Gutiérrez (Elías), Manuel Hernández (Aniceto), Francisco Olías (soldado de los tercios 1º), Gregorio Hermana (soldado de los tercios 2º).
Crítica del estreno: Éxito clamoroso de público.

Otros montajes posteriores:
- 1952: Intérpretes: Paco Martínez Soria, etc.
- 5 jun 1961: Teatro Maravillas. Compañía de Comedias Cómicas. Intérpretes: Paco Martínez Soria (Gregorio), Laura Pinillos, etc.
- 28 ago 1980 [42 semanas en cartel]: Teatro Infanta Isabel. Dirección: Mara Recatero. Esce­no­grafía: Emi­lio Burgos. Intérpretes: Antonio Garisa (Gregorio), Paco Camoiras (Lu­ciano), Am­paro Baró (Ro­dri­ga), Luisa Sala (Leonora), Luis Barbero (Melanio), Antonio Campos (Fiorli), Mara Goyanes (Susana), Nicolás Romero (Raimundo), Marta Puig, Mª Luisa Bernal, Milagros Aguilar, Ma­nuel San Román, Vicente Sangio­vanni, Rafael Almazán, Sebastián González, Pedro Guerra.
- 25 jun al 29 ago 1998: Teatro Español. Dirección: Mara Recatero. Escenografía: Gil Parrondo. Intér­pre­tes: José Sazatornil (Gregorio), Juan Carlos Naya (Raimundo), Ana María Vidal (Su­sana), Paloma Paso Jardiel (Rodriga), Julia Trujillo (Leonora), Manuel Gallardo (Fiorli), Manuela Paso (Sibila), Juan Me­seguer (Melanio y Pepe), José Carabias (Elías y Hombre sin cabeza), Jesús Prieto (Luciano y Jacinto), Pepe Sanz (Aniceto y Esqueleto), Fito López (Pascasio y Fantasma), etc.

Adaptaciones cine:
1) Los habitantes de la casa deshabitada (1946). Dirección: Gonzalo Delgrás. Intérpretes: Fer­nando Fer­nán-Gómez, Mª Dolores Pradera, María Isbert, Jorge Greiner, Carmen Ortega, Irene Barroso, Fran­cisco Linares-Rivas, Fernando Porredón, etc.
2) Fantasmas en la casa (1958). Dirección: Pedro López Ramírez. Intérpretes: Tony Leblanc, Luz Már­quez, Fernando Rey, Manolo Gómez Bur, Rosario García Ortega, Alfonso Godá, Goyo Lebrero, Rafael Bardem, Joaquín Roa, Xan das Bolas, Francisco Bernal, Fernando Fernán-Gómez, Agustín González, etc.

Publicaciones:
- Los habitantes de la casa deshabitada, Biblioteca Teatral, 1942.
- Los habitantes de la casa deshabitada, Talía, ca. 1942.
- Tres proyectiles del 42, Biblioteca Nueva, 1943, 1944, 2001.
- Idem, Juventud, 1946, 1955.
- Los habitantes de la casa deshabitada, Novelas y cuentos, 1947.
- Obras completas, AHR, 1958, 1960, 1963, 1965, 1967, 1969, 1970, 1971, 1973.
- Teatro selecto, Escelicer, 1968, 1969.
- Los habitantes de la casa deshabitada, Escelicer, (Teatro), 1969.
- Los habitantes de la casa deshabitada, Teatro Español, 1988.
- Obras Selectas, Biblioteca Nueva, 2003, 2004.
Traducciones:
- Inglés: The Residents of the Empty House (Stuart Green).


LA CRÍTICA HA DICHO:

Esta deliciosa y absurda trama teatral se estrenó en el Teatro de la Comedia de Madrid, el 29 de septiembre de 1942.
Tras un disparatado enredo en el que van y vienen los personajes aparentemente más estra­fa­larios, se esconde, como suele suceder en otras obras de Jardiel, una trama policial -o criminal, si se prefiere-, y un trasfondo 'romántico'.
Raimundo Rodríguez de Toledo es un autor teatral de éxito; durante un viaje se enamora de cierta dama, Sibila, y cuando se han declarado sus mutuos sentimientos, ésta desapa­rece sin dejar rastro.
Pasado cierto tiempo y viajando en coche alquilado, Raimundo y su chófer (que no con­duce), se quedan 'tirados'. Mientras Raimundo intenta arreglar la avería, oyen a un guarda­bosques y a otro personaje referirse a una casa misteriosa y fantasmal.
A ella llegan en busca de auxilio. Y allí se desarrollarán los acontecimientos, con perso­najes como la siniestra 'señora de negro', doña Leonor; Susana, la loca, hermana de Si­bila; el mal­vado Fiorli y los fantasmas de pega. Personaje que arranca carcajadas es Ro­driga, hija del guar­da­bosques y sicario de Fiorli. Se trata de una medio boba, que cree estar ante una repre­sentación teatral frente al drama que allí, en la casa deshabitada llena de habitantes, se desa­rrolla. Tras idas y venidas, nos enteramos de que detrás del misterio (camiones que desaparecen en la nada, burros que aparecen del mismo sitio, fantasmas sin cabeza, esqueletos andantes y unos enig­máticos diálogos entre el resto de los personajes), se esconde una banda de falsi­fi­ca­dores, un ban­dido arrepentido que perece asesinado por salvar a sus hijas (Sibila y Susana), un tesoro en plata y dos terri­bles criminales: doña Leonor y Fiorli. El punto final lo pone el reen­cuentro de Rai­­mundo y su amada Sibila. Y la huída, gracias a Rodriga, de los cri­minales, que, sin em­bargo, son detenidos por la policía, avisada de antemano.

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En Los habitantes de la casa deshabitada, el autor toma los elementos usuales y corrientes de las producciones policíacas y de misterio, los detectives y sus ayudantes, los monederos falsos y las farsas que emplean para encubrir los delitos y producir el terror. Los personajes pavorosos y enmascarados, los locales con trampas y subte­rráneos, las víctimas del crimen y los locos. Acumula todos estos materiales y juega con ellos como el habilísimo prestímano, como el gran ilusionista del teatro que es. El cine y el circo le proporcionan también una cantera inagotable de inspiración y de recursos aprovechables. Para que no surja el ¡oh! de la decepción cuando Jardiel explica el de­senlace, es decir, la inevitable trampa, emplea ese ritmo veloz ya apuntado, donde, entre jadeos y carreras, los personajes descubren la intriga que había mantenido sus­pensa la atención. Y salva así el riesgo final del drama cómico.Ese drama lo había desdo­blado el propio autor no en la sala, sino en el escenario, donde las figuras del chófer Gregorio y de Rodriga, la cateta inocente, han sido, a su vez, como otros espectadores de lo que sucedía ante sus ojos. Jardiel, además de inventar los protagonistas de la obra, inventa también una especie de coro estilizado que orientará y conducirá al resto de los espectadores, mucho antes de que la juventud actual se asombrara con los hallazgos de Berthold Brecht.
(Alfredo Marqueríe)


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El crítico sospecha que Jardiel Poncela al escribir en sólo unas semanas Los habitantes de la casa deshabitada quiso y logró hacer la gran parodia, la sátira de un género cinematográfico que surgía. Algo así como una especie de Quijote no contra los libros de caballerías, sino contra las películas de torturas psicológicas.
Pero hizo algo más: desdoblar la acción de su farsa al introducir en ella dos grados de espec­ta­dores. Los que vigilan la acción que se produce en la casa deshabitada y al penetrar en ella in­tervienen en esa acción, y luego el personaje final de la tonta Rodriga, que creyendo asistir a una representación, a un juego, resuelve la intriga, la cierra y finalmente con una sorpresa defi­nitiva la deja abierta graciosamente al final. Este juego de virtuosismo técnico, de ágil car­pin­te­ría teatral, es muy parecido a lo que los franceses llaman “comedie a tiroirs”, comedia de ca­jon­citos, porque, como esas cajitas laqueadas de los chinos, cada vez que se abre una se encuentra dentro otra que al abrirse descubre otra más.
(Lorenzo López Sancho)


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El texto de Los habitantes de la casa deshabitada, burbujeante y cristalino, ayuda mucho a soportar estridencias, asimetrías y descoloques; e incluso algún comentario político de los vecinos. Política, lo que se dice política, no hay mucha en Jardiel. A no ser que su brillantísimo teatro de evasión y felicidad pueda ser considerado, en tiempos de infierno como el 42 (fecha de estreno) y en tiempos de corrupción indiscriminada como los actuales, un impúdico gesto provocador. A lo mejor es en estos tiempos de tribulación y sangre cuando la terapia de la risa es balsámica consolación. No sé.
A mandíbula batiente, frase que nunca entendí salvo como horrible tópico, se ríe en Los habitantes de la casa deshabitada. Y yo me reí aunque no «a mandíbula batiente». El lenguaje de esta obra es rico, innovador, vanguardista. Es una especie de vodevil de terror y de sorpresa con tales dosis de talento que seduce. Por eso no se entiende que siendo la clave de Los habitantes... de frenesí vodevilesco y de intriga paródica, Mara Recatero la haya dirigido en clave realista.
(Javier Villán)

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