miércoles, 5 de agosto de 2009

El pañuelo de la dama errante - Datos técnicos

EL PAÑUELO DE LA DAMA ERRANTE

Tragicomedia en dos actos.

Nº de personajes: 14 (4 femeninos + 10 masculinos).
[Lolita, Amaranta, La dama errante, Herminia // Benigno, Ti­mo­teo, Tano, Higinio, Cayetano, Merecido, Gar­cés, González, Eladio, El anciano].
Escenario: Acto 1º, solar en las afueras de Madrid. Acto 2º, salón en el palacio de los condes de Casa-Pretel, en la calle del Rollo, en Madrid.
Época: Actual.
Secuencia temporal: Acto 1º, primavera, por la mañana. Acto 2º, mismo día, por la tarde.

Sinopsis: Una pordiosera que vive en una chabola acaba resultando ser descendiente de una dama de la nobleza.
Argumento: Lolita, muchacha dotada de cierta capacidad para la videncia y muy dada a la fan­tasía, vive en medio de un descampado con su padre y su novio, subsistiendo sin apenas re­cursos. Su existencia discurre con la incertidumbre propia de no saber si al día siguiente co­merán algo o no. La llegada de un intruso con dudosas intenciones vendrá a alterar su rutina y se verá envuelta en una truculenta historia de odios, intrigas y rencillas familiares que le irá sobrepasando poco a poco, convertida de la noche a la mañana en la rica heredera de un patri­monio y un linaje claramente venidos a menos.
Desarrollo de las escenas:
[Acto 1]
Tano llega a mendigar al descampado donde viven Benigno, su hija Lolita y el novio de ésta Timoteo. Benigno le reprende por ir a pedir a las casas de los pobres. Lolita sale con un infame desayuno y va a intentar conseguir azúcar. Aparece Higinio y comenta con cierta guasa el panorama de aquella familia. Be­nigno mantiene las distancias con el desconocido, ocupado en liar tabaco, con cuya venta obtiene unos escasos ingresos con los que malvivir. Higinio se lo roba en un descuido y sale corriendo. Re­gresa en seguida fumando, al oír los insultos de Benigno. Éste se amedrenta, y con ayuda de Timoteo logran que Higinio se coloque a tiro para golpearle con una maceta en la cabeza, pero quien recibe el golpe es el pro­pio Benigno. Lolita regresa y ve a su padre malherido, y parece saber todo lo que ha ocurrido. Benigno vuelve momentáneamente en sí, pero la presencia de Higinio hace que se vuelva a desmayar. El intruso inventa una mentira y paga los cigarrillos que ha elaborado Benigno. Lolita sale con el dinero a comprar comida. Vuelve el primer mendigo y dialoga en secreto con Higinio. Timoteo se entera de la conver­sa­ción. Higinio cambia la voz y dice llamarse Fernando, mé­dico de enferme­da­des nerviosas, y estar inte­resado en el mal que aqueja a Lolita, que tiene en el barrio fama de adivina, lo cual ha llegado a oídos de cierta condesa interesada en averiguar el paradero de dos hijos desapa­re­cidos misteriosamente años atrás. Les avisa que van a ir a buscarla de parte de la condesa, y que deben evitar que ella vaya allí, pues su salud mental no lo soportaría. Tano, el falso mendigo, anuncia la lle­gada de Cayetano, mayordomo de los condes, que llega precisamente para tratar el tema con Lolita. Su llegada coincide con el regreso de Ti­moteo, que salió a pedir ayuda contra Higinio. Benigno parece ha­ber perdido el juicio y habla solo. Suena un tiro que por fortuna se estrella en la escudilla del perro, al que Lolita se ha llevado un rato antes. Benigno supone que ha sido un maestro armero que vive cerca y sigue hablando de Lolita y sus poderes adi­vinatorios, reconociendo en Cayetano a un antiguo amigo. Regresa Lolita, que habla como si supiera lo que ha acontecido en su ausencia. Se desvela la falsa identidad de Higinio/Fernando, que no es médico tam­poco, sino un rival interesado en que Lolita no vaya a casa de la condesa. Lolita comenta que el maestro armero ha muerto la víspera, por lo que el disparo ha de tener otra procedencia, seguramente de al­guien que pretendía eliminar a Cayetano. Éste cierra el trato con Benigno a cambio de una jugosa cantidad de dinero, que Benigno guarda en un pozo cuando nadie le ve. Lolita debe mudarse al palacio ese mismo día, y su padre trabajará allí de criado. Timoteo queda solo y abatido, pensando que se han olvidado de él. Benigno le desvela dónde está el dinero, por si a él le sucede algo, y Timoteo cree que lo ha robado para su hija, y le admira por ello. En­tran dos policías preguntando por Benigno y buscando el sobre con el dinero, dispuestos a arres­tar­lo por amenazas de muerte a la condesa. Timoteo se hace pasar por Benigno y se lo llevan arres­tado, al tiempo que Lolita se asoma a la calle hablando sola y haciendo planes de futuro para ella y su novio.
[Acto 2]
Cayetano conduce a Benigno y Lolita por el palacio medio en ruinas, al tiempo que les pone al día de his­toria de la familia. A su paso se van derrumbando trozos de pared y suelo. Amaranta, la condesa, re­prende a Tano su mala puntería. Lolita sola en escena reflexiona en voz alta y logra que se le apa­rezca el fan­tasma de la dama misteriosa, quien le habla y le da el pañuelo que la acredita como con­desa legítima. Más tarde Lolita se lo cuenta a su padre. Todos parecen querer apoderarse de ese pa­ñuelo. Del sótano llena Higinio -en realidad Gonzalo, el hermano segundón de la familia, casado con Her­minia- que lleva tiempo buscando allí algo infructuosamente. Lolita se desmaya varias veces a causa de las emociones. Finalmente queda a solas con la condesa, que le cuenta algunas historias fami­liares y le desvela a la joven su verda­dera identidad y filiación: Violante de Soto, hija del mayor de los herederos, fallecido años atrás. Benigno aparece encerrado en una armadura en castigo por pretender lucrarse a costa de su hija. Lolita se apiada de él, pero no consigue que se le libere. También Timoteo aparece dentro de una armadura, en donde ha sido encerrado. Amaranta y su hermano Fernando, el anciano conde, hablan con Lolita y deci­den llevarla a las mazmorras durante un año para que se pu­ri­fique, a lo que ella no se opone, como hipno­tizada ante tantas emociones. Timoteo en vano trata de impedirlo. Benigno aparece indignado pues acaba de descu­brir unas cartas de su propia esposa en donde se manifiesta que Lolita no es su hija. Higinio le explica el enigma de la paternidad de la chica, que por seguridad, ante la locura de don Fernando y Amaranta, fue dada en custodia a una criada que finalmente se casó con Benigno. Lolita enloquece en las mazmorras al ver las tumbas de dos niños pequeños –sus primos- y acuden a sacarla de allí. Entre todos deciden que lo mejor para ella es que regrese a su 'casa' anterior y hacer como que nada ha sucedido, hasta que recobre la serenidad. La dama errante vuelve a aparecer y le quita a Lolita el pañuelo. Benigno, en­terado de que Lolita es heredera de todo aquello, va evaluando todo lo que encuentra para venderlo en cuanto pueda.

Comentario: Obra rebosante de poesía, es sin embargo en su primer acto, de un fino y sor­pren­­dente humorismo, donde se encuentran los mejores momentos. El segundo acto de­frauda en general por ese empeño de Jardiel en buscarse enredos y complicaciones, dando un giro total al ritmo de la obra. Si el primer acto, muy cercano al sainete, tiene frescura, dina­mismo, gracia, ingenio e incluso crudeza, retratando el ambiente cotidiano y la lucha diaria de los que viven en el umbral de la pobreza, el segundo en cambio resulta demasiado enrevesado y sus recursos humorísticos se nos antojan algo pobres: armaduras que se mue­ven, apariciones y desapa­ri­ciones extrañas, resortes ocultos, muertos que están vivos, vivos que creen estar muertos, iden­tidades falsas, etc. No obstante hay excelentes diálogos humo­rísticos y momentos de gran hila­ridad, por ejemplo cuando Tano, el criado, ha sido obli­gado a hacerse pasar por Cayetano y Me­re­­cido ha de aparentar que es su propio abuelo.
Curiosamente el argumento -chabolismo, marqueses, criados, paternidades ocultas- presenta un cierto y sorprendente paralelismo con una pieza de Adolfo Torrado -cuyo estilo y temá­tica siem­­pre criticó y ridiculizó el propio Jardiel- titulada Un caradura, que fue estrenada cinco años antes.

Estreno: Por la compañía titular en el teatro de la Comedia de Madrid el 5 de octubre de 1945.
Alcanzó las 115 representaciones al tiempo de su estreno.
Reparto: Rafael Arcos (Tano), Miguel Arteaga (Benigno), Milagros Leal (Lolita), Joaquín Roa (Ti­mo­teo), Antonio Soto (Higinio), Gabriel Salas (Cayetano), Antonio Bernal (Merecido), José Tejada (Gar­cés), Antonio Cuadrado (González), ¿? (Eladio), Ana de Leyva (Amaranta), Micaela Pinaqui (La dama errante), Luis Manzano (El anciano), Laura Laserna (Herminia).
Escenografía: Sigfredo Burmann.
Crítica del estreno: Éxito clamoroso hasta los diez minutos postreros, en los que parte del público no perdonó la longitud excesiva de la penúltima escena. Se rió 34 veces en el primer acto y 28 en el segundo. Fueron aplaudidos en sendos mutis Milagros Leal y Miguel Arteaga. El telón se alzó muchas veces al final del primer acto, y Jardiel hubo de salir a saludar en dos oca­siones.

Publicaciones:
- Agua, aceite y gasolina y dos "mezclas" explosivas más, Biblioteca Nueva, 1946, 2006.
- Obras teatrales escogidas, Aguilar, (Joya), 1948, 1953, 1957, 1961.
- Obras completas, AHR, 1958, 1960, 1963, 1965, 1967, 1969, 1970, 1971, 1973.
Traducciones:
- Portugués: Pano da dama errante.


LA CRÍTICA HA DICHO:

[...] Hasta aquí, el defecto achacable a El pañuelo de la dama errante, como comedia incluída en el grupo de las sin corazón; hasta aquí, el menosprecio -de alguna manera hay que llamarlo- que yo mismo, en alas de un espíritu de justicia, de que no existe ejemplo en la historia de la literatura, hago de esta producción mía, que el lector va a hallar a continuación.
Pero sólo hasta aquí.
Y a partir de aquí voy a ocuparme de la gran virtud que valoriza en primera línea a El pañuelo de la dama errante.
Me refiero a su inverosimilitud fantástica. O si ustedes lo prefieren, a su fantasía inverosímil.
Porque es la fantasía, es la imaginación, es la inverosimilitud del tema, de los tipos, de las situa­ciones y del desarrollo técnico, la esencial virtud de El pañuelo de la dama errante, el sus­tan­cial mérito que como a algunas otras de mis comedias, no sólo la incluye de lleno y por de­recho propio en la áurea esfera del arte, sino que la coloca a cien codos sobre la producción teatral española corriente, rasante toda ella con la vulgaridad más mediocre; apegada a la triste tierra de lo cotidiano; encerrada en la caja embetunada de lo verosímil, de lo posible, de lo di­recto; saturada de esa emanación casera –melancólica y turbia- del pequeño conflicto, de la in­triga boba, del problema estúpido, reflejo exacto del problema estúpido, la intriga boba y el pe­queño conflicto que cada espectador ha dejado en su propia casa para acudir al teatro y que vol­verá a enfrentar al regresar a casa de vuelta del espectáculo
.
(Enrique Jardiel Poncela)

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[…] El pañuelo de la dama errante (1945), más floja aún si cabe. El primer acto es un sainete, cuyos protagonistas, Benigno y su hija Lolita, viven en la más absoluta indigencia; es una ver­da­dera caricatura de la pobreza. Pero su suerte cambia de repente porque resulta que la niña tiene poderes mágicos y unos condes la reclaman para que les preste un servicio. En el segundo acto, cuyo escenario es un palacio destartalado y ruinoso, se acumulan toda clase de fantasías y desatinos. Lolita resultará ser legítima heredera del condado. Intervienen elementos sobre­na­tu­rales, como la aparición de la dama errante, que le hace entrega del pañuelo que acredita sus derechos. Los recursos humorísticos son los de siempre, pero la acción no nos convence en absoluto.
(Felipe Pedraza / Milagros Rodríguez)

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[…] Se compone de dos mitades bien diferenciadas: una primera parte, creíble, porque a pesar de ciertas complicaciones argumentales, vierte en sus criaturas -verdaderos tipos de sainete-, en su ambiente de extrema pobreza, en sus diálogos recortados a lo madrileño, un realismo desu­sado en Jardiel; es la otra, aun aprovechando todos estos materiales, un segundo acto lleno de fan­tasía, en el que se acumulan inverosimilitudes y tipos extraños explicados sólo a medias en una escamoteada “explicación” final.
(Emilio González-Grano de Oro)

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El primer acto de El pañuelo de la Dama errante es lo mejor que ha salido de la pluma de este fe­cundo y originalísimo autor que es Jardiel Poncela. La mezcla de sainete y de folletín, de poe­sía y de humor, de inventiva en lances, incidencias y episodios de tanto interés como gracia que se dan en este acto, se une a las más desopilantes e ingeniosas frases y “salidas”, ocu­rren­cias y enredos y a la presentación de unos tipos contraseñados por el inimitable sello jardie­lesco -al­guno como el del cazador furtivo que habla en castellano viejo- de lo más jugoso y lozano que puede imaginarse dentro de los anales del teatro cómico.
(Alfredo Marqueríe)

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