De esta forma, y tras adquirir sendos productos en un supermercado y en el célebre Café Gijón de Madrid, respectivamente –lugar éste último donde el genial humorista pasó tantas tardes y escribió no pocas de sus obras-, los dos jardielistas se presentaron, sin nocturnidad ni alevosía, en el ya mítico cementerio de Santa María, y luego de atravesar hasta el denominado Patio de la Concepción, depositaron sobre la repisa de su nicho ambos presentes, mientras la calavera del maestro sonreía allá en el fondo, diciéndose para sí que aquellos dos admiradores estaban verdaderamente chiflados, pero encantado y conmovido a su vez con tan espléndido obsequio.
Unos meses después, un fotógrafo llamado Julián del Nogal, inmortalizó para siempre aquel episodio, como puede verse en la imagen.
Obsérvese la taza con el logotipo del Café Gijón, y.... Pero,
¡UN MOMENTOOOOO! ¿qué pasó con el paquete de café? La versión oficial de los
hechos, hasta donde hemos podido indagar, es que fue sustraído vilmente por
algún visitante sin escrúpulos –hay que tener valor para robar a los muertos,
aunque sea a los muertos inmortales, como es el caso de Jardiel Poncela-. Pero
a nosotros nos parece mucho más verosímil y coherente -y por qué no, hasta romántica- la hipótesis de que haya
sido el propio Jardiel quien, luego de degustar tacita a tacita la aromática
infusión, se haya desprendido del paquete vacío para mantener limpia la entrada
de su última morada.
Sea como fuere, la leyenda está ahí y la polémica está
servida... como el café.
2 comentarios:
Ay, Juan... me he emocionado leyendo vuestra aventura... qué bonito... seguro que Jardiel disfrutó un montón con vuestra visita... a la próxima me apunto...
¡Hola!
Soy Enrique.
Efectivamente, el paquete de café (los he tomado mejores), está en mi poder, y lo gasto poco a poco hasta que me llegue el próximo, y, por favor, que sea de mejor calidad.
Gracias a todos.
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